Independientemente de que haya elegido para comer una cadena de hamburgueserías, una pizzeria de barrio, o un restaurante de lujo, el cliente tiene ciertos derechos (para mi es falso aquellos de que “el cliente siempre tiene la razón”. Prefiero pensar que el buen cliente casi siempre la tiene y el mal cliente, casi nunca) y los dueños, cocineros, chefs y mozos deben conocerlos y respetarlos. Simultáneamente todas estas personas tambien tienen derechos que deben ser reconocidos por el cliente.
Un cliente tiene el derecho de devolver un plato que pidió si en su opinión no está tal como lo ordenó o si no está bien hecho o a su gusto.
Incluso si el cliente está equivocado sobre el procedimiento para confeccionar ese plato y su queja está basada en conceptos subjetivos, su pedido de que el plato sea cambiado debe ser aceptada.
Un verdadero conocedor pedirá el cambio de su plato después del primer o segundo mordisco. No hace falta comerse la lata de sardinas hasta el final para saber en qué estado se encuentra: con abrirla y oler es suficiente.
Uno o dos bocados alcanzan y sobran para saber si el pescado es fresco, si la carne está en el punto en que fué pedida o si la salsa se cuajó demasiado.
Pero cuando el cliente se come un tercio o la mitad de ese plato, pierde el derecho de pedir que lo reemplacen.
Incluso en el más lujoso de los restaurantes el cliente puede pedir compartir un plato, sin que nadie se lo objete ni deba sufrir recargos por ese hecho.
Si un cliente se disgusta por un plato defectuoso, sea este entrada o principal, no se le deberia cobrar más que las bebidas que consumió.
Una botella de vino puede ser devuelta ya sea cuando quien la prueba la rechaza, o cuando todos han tomado un sorbo y han encontrado inaceptable el vino.
Si un tercio o más de la botella ya ha sido consumido el restaurante tiene derecho a cobrarla.
El cliente tiene derecho a que se le mantenga su reserva hasta 20 minutos más allá de la hora acordada. Si llega más tarde es comprensible que su mesa haya sido adjudicada a otro.
Así como los restaurateurs tienen obligaciones hacia sus clientes, los clientes tienen obligaciones hacia otros clientes.
Si los comensales de una mesa son particularmente ruidosos, es perfectamente apropiado que el dueño, el maitre o el mozo lse pida que bajen el tono. Si la conducta molesta persiste se les podrá presentar la cuenta de lo que han consumido y pedirle que abandonen el lugar.